Antartica

Hacía calor y humedad. Habíamos paseado por calles y avenidas en peregrinar aplicado. En el itinerario no se nos pasó ni una de las tiendas de instrumentos anunciadas por el conserje.

Probaturas de guitarras (Violão), tomas de contacto con cavaquinhos y panderos.

Platos al peso para comer y de beber... cerveza.

En el escaparate del bar de comidas rápidas, de espalda a la calle, progresaba un músico local rítmicos acordes de guitarra, samba y bossa.

Maravilla de esos instantes conscientes de sincronización con el mundo, donde la vida de repente parece cobrar sentido en actos sencillos. Oir música, ver pasar gente, en la compañía de un amigo, comer, charlar y pasar un buen trago.

Namasté, Enrique.

Perez Oso


A Talin, que me regaló el peluche


Un parentesco no muy lejano nos une, aun guardo en lo más profundo de mi herencia genética la llamada de la hibernación. Desnaturalizado, me conformo con dormitar después de comer y vengarme del diario con un atracón de no hacer en los fines de semana y fiestas de guardar.

En mi relleno mullido guardo postergaciones, nervios de ayer, inquietudes de mañana y una determinación de vivir el hoy. Aunque sea durmiendo.

instrucciones


Recuerdo cuando chico, estando en Melilla, los relojes Casio de correa de caucho. Donde el manual de instrucciones en 5 idiomas: japonés, alemán, inglés, francés e italiano, era rápidamente desechado, con menos protagonismo que la caja del propio reloj.

Había un divertimento aventurero y explorador en la combinación de esos cuatro botones. Poco a poco iba cediendo el reloj sus misterios a nuestro afán descubridor.

Ahora con el marcado CE que obliga, entre muchas otras cosas, a que el libro de instrucciones se encuentre en el idioma del país que se comercializa. Yo sigo mirando con desdén sus páginas blancas impresas presentadas en compacto taco y antes de rendirme sigo torturando al electrodoméstico de turno hasta que me cuenta sus verdades. Si bien es cierto que después corroboro mis indagaciones y echo unas sonrisas a la transcripción en pseudo español de el chino.

A Sergio, otro arreglador vocacional

De cabeza


La cabeza como pilar de nuestra vida, se ve en posiciones inverosímiles. Cuando ya no creías poder tener flexibilidad te encuentras en contorsiones mentales que te ponen bocabajo. Con suerte mañana me levantaré con la aurora y con algo de tortícolis.

Té con té


Te conté de mí

Té con té en una terraza de nuestros abismos

Te conté de posibles e improbables

Y en un te con te seguimos,

Desplazados, sedientos.

¿Reencontrados al fin?



Foto: Pierre Loti Café (Estambul)

En perfecta armonía


¡¡ Qué buena suerte!!
En la casa de enfrente no gozan de la misma, por pura cábala supersticiosa.
En ésta la convivencia es armonía de gargantas, comprensiones que no requieren voces.
Cuando la compatibilidad es posible.
Donde ser sordo, solista, soprano...

Carnaval


Nos disfrazamos día a día, pero sólo lo admitimos abiertamente en febrero. Donde la complicidad con los demás, aunque desconocidos, hace posible ese reconocimiento mutuo de guasa ante las imposturas y ropajes.

Quizás en mi rutina de cambios continuos, pelo largo, rapado, corto, barba, perilla, rasurado, trajeado, tuneado, hippie, casual ¿? hace que me reconozca siempre disfrazado, donde la esencia de mi persona es otra cosa. Cual Mortadelo encarnado. Manteniendo perenne el espíritu saludable del Carnaval, que se ríe de uno mismo y de los arquetipos.

Babel


Palabras que no se hallan en el diccionario, frases enteras que no tienen más que un significado local. Pequeñas joyas del tunig verbal, casi imposible de transcribir en letras impresas. Ese "Eeeh" de entonación relajada y sostenida como reclamo de berrea, que según el momento viene a sintetizar un "Buenos días, ¿todo bien?" o un "nos vemos esta tarde y te devuelvo la paliza que me diste ayer en el dominó"...
Aún recuerdo con una sonrisa el pregón de un vendedor de helados a pie de playa, que en su recorrido descalzo portando una nevera de porexpan tocaba con virtuosismo una trompetilla de juguete con las canciones de moda y coplas de ayer y hoy, terminaba la tonada con un bucólico "yoooo, vendohelaooo". Un resumen de una queja lastimosa que lo de la trompeta no le daba para comer y debía vender helado aunque su espectáculo era más musical que gastronómico.

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