CUBA: Diario de omnibús


Como siempre me apunté a última hora a un viaje relámpago cuando ya estaba organizado hasta el último detalle, coincidía que Cuba había sido durante años un destino preferente y siempre postergado. La realidad del laboro bien valía un cambio de aires antes de emprender nuevas funciones.
En una semana de estancia repartida entre la Habana, Trinidad y Varadero, con visitas de la mano de Niurca al micrófono y Lenin al volante a Viñales (Pinar del Río) con sus mogotes y cuevas cársticas, a la ciudad de Cienfuegos fundada por desplazados haitianos de procedencia francesa tras la independencia de Haití con su teatro y casas afrancesadas, donde a falta del logro cafetero la prosperidad llegó de la mano de un puerto que aún hoy es el de mayor calado de Cuba, Trinidad que explotó en una prosperidad esclava del cercano valle de los ingenios y del precio del azúcar de caña ha hecho que su esplendor seguido de una rápida decadencia por el hundimiento del mercado del azúcar conservara la ciudad proyectada en su cénit sin modificación alguna más que el colapso de algún palacio o del teatro donde el solar conserva la fachada con el añadido a su ilustre nombre "Teatro Brunet" la preposición de "Ruina". Si Cienfuegos no puede disimular su procedencia francesa, Trinidad es andaluza, con palacios, patios, rejas... Santa Clara dentro del circuito turístico por encontrarse el mausoleo del Ché y ser donde se produjo uno de los hechos que precipitó el triunfo de la revolución "la toma del tren blindado". Varadeo no merece más líneas que el que como cualquier complejo turístico de sol y playa... podría estar en cualquier país tropical.
La Habana es una suerte de casas a punto del derrumbe por cansancio, en realidad hay unas pocas Habanas, la tocada por subvenciones de casas remozadas y las que esperan su turno en la Habana vieja. Centro Habana recuerda una postguerra de fachadas desconchadas por un inexistente obús y metralla. El Vedado, chalets palaciegos que comprenden su abandono por falta de material de construcción pero sospechan de la dejadez injustificable de sus jardines.
El malecón desnudo de su gente por la lluvia y el oleaje es un desolador muro de piedra y paseo de cemento.
Y siempre la música.
Me gustan más los viajes de andar sin prisas que me dan para bajar mi ritmo al de los años que andaba ocioso y para conectar con gentes y ambientes no tan contaminados por la industria del turismo.

El canto de un duro


¡Hasta la victoria siempre!
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