Torre de los perdigones


No lleva el nombre por los palomos que suelen sestear en los alfeizares de sus numerosas ventanas.
Es parte de esa industria antes en las afueras, ahora en pleno casco urbano.
No fue un capricho de ostentación el que la hizo crecer 45 metros, como otras torres en otras ciudades.
Ya no se fabrican bolitas de plomo para rellenar cartuchos, incluso su hermana más moderna de metal y recubierta de uralita del polígono Calonge ya no produce metralla.
Ya es un mal recuerdo cuando dentro caía una lluvia de plomo fundido, que llegaba al suelo solidificado en miles de perdigones. Despertada de su olvido para la Expo'92 fue restaurada como mirador, y su alma rellenada por un ascensor moderno y una escalera metálica. En mis reconocimientos con zurrón y bicicleta pocos años más tarde la descubrí asaltada, ya no quedaba del ascensor más que lo que no pudieron arrancar los menuderos del metal, y la escalera jalonada de desperdicios, revistas porno, heces... Escalón a escalón llegué al balcón y descubrí la cercanía de la Alameda, puente de la Barqueta, los altos colegios... mostrando otros perfiles. Ahora la han vuelto a sacar de la ruina convertida en una cámara oscura. Igual le haga una visita y le susurre al oído "te veo muy guapa" y ella enrojezca hasta su último ladrillo.

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