Miles de botones ya sin guardar la formación, liberados de hilos de sus deberes, se amontonan donde los perdidos se encuentran. Y no hay ojal que valga.
Perdieron en el camino la función para lo que estaban predestinados, acudir solícitos a cerrar filas.
Hoy quiebran sus cuerpos bajo las ruedas de un coche, hacen perder el pie a un joven enchaquetado, con suela de material, que su prisa de siempre no ayuda a llegar a tiempo nunca. Otros resultan acogidos por un viandante que se apiada de su orfandad y deambularán de un bolsillo a otro y de éste a una cajita de metal dentro de un cajón. Quizás conozcan la mirada hipnotizada de un niño atrapado en los colores y formas de tal multitud de botones extraviados.
2 comentarios:
Me encantó.
Besito en el botón de la chaqueta.
Yo he heredado de mi padre la costumbre de recoger un botón si me lo encuentro, y guardarlo. Y como tú dices va de bolsillo en bolsillo hasta que lo guardo en algún cajón. Pero solo los de cuatro agujeros (dan buena suerte)
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